El pasado 24 de marzo fue publicado en el periódico Haaretz en su versión en hebreo para internet, un artículo que me impacto tanto por su temática como por su tratamiento osado.
El autor, Abraham Burg, es un político judío israelí ex miembro del parlamento, que ha causado polémica por sus opiniones acerca del carácter judío del estado de Israel y el holocausto. El artículo tuvo 161 comentarios, algunos en contra otros a favor; quise traducirlo al español para que los hispanohablantes judíos o no judíos interesados en estos temas, conozcan una de las tantas corrientes de pensamiento con las cuales los israelíes perciben su realidad y los problemas de su nación.
Artículo original: http://www.haaretz.co.il/hasite/spages/1222008.html
Quién confunde antisemitismo con crítica hacia Israel: ¿el mundo o nosotros?
Por: Abraham Burg
¿Necesita el judaísmo del antisemitismo como instrumento para definir su identidad interior?¿ Fortalece el estado de Israel el odio a los judíos en el mundo con el fin de justificar una política conflictiva? Preguntas difíciles, las respuestas lo son aún más.
El mes que se encuentra entre Purim de Amán el malvado y Pesaj del Faraón, es el mes adecuado para analizar el conjunto de las relaciones entre el judío y el antisemitismo. Conjunto delicado y complejo cargado de clichés, exclamaciones de frenesí constantes y de manera sorprendente de muy poca comprensión.
Los dos, Jean Paul Sartre y Abraham B. Yehoshúa, se atrevieron a tocar el corazón hirviente del tema. El primero, Sartre, (1946) se sumergió en las “reflexiones del problema judío”, y a pesar de su lucha decisiva contra el antisemitismo, él no vio en los judíos algo más que el producto que surge de la mirada de los antisemitas. Él no conoció en aquel entonces los mundos de contenidos positivos de los judíos y se satisfizo con su observancia existencialista, profunda y definió al antisemita como aquel que realmente establece quien es judío.
Años más tarde, en el 2005, Abraham B. Yehoshúa declaró en su libro “El dominio de la tierra natal”, que: “En un sentido específico y trágico, el antisemitismo se convirtió en el componente más importante y natural en la consolidación de la identidad judía, tanto que la ausencia de antisemitismo…es vista por los ojos de no pocos judíos como un fenómeno sospechoso y antinatural”.
Llegó la hora de dar un paso más y preguntarnos ¿podemos en realidad existir sin el enemigo externo, sin antisemitismo?, ¿Tenemos el coraje de enfrentar la conclusión vergonzosa y absurda de aquellos dos, según la cual necesitamos del antisemitismo para definirnos a nosotros mismos?
No se puede salir a un camino como éste sin suponer que de hecho hay antisemitismo en el mundo. Existe un odio muy complejo hacia los judíos, parte del cual es histórico y está ligado a la fe inocente de la muerte de Jesús. Algunos de ellos odian a los judíos intangibles como muchos de nosotros odiamos a los amalecitas intangibles. Esto es parte del ADN religioso que se perpetúa una y otra vez en los ritos y textos de todas las religiones (también entre nosotros). Tal odio existencial y primitivo se une en la actualidad con la difusión de la tensión y la hostilidad que burbujean y se derivan del medio oriente.
Muchos de aquellos que asocian la crítica a Israel (en relación con su “mala política”), con su oposición a los judíos, quienes quiera que estos sean, de hecho “intercambian correspondencia” con el Israel oficial que afirma, desde el día de su fundación, ser el heredero y la expresión del pueblo judío histórico. Y si no hay diferencia entre la historia judía y la historia israelí para el gobierno de Israel, ¿por qué se haría tal distinción por parte de las perversas instituciones antisemitas y anti-israelíes?
Para fortuna nuestra, el antisemitismo de hoy es más escaso en comparación con la intensidad que tenía e incluso con el potencial futuro oculto en él.
Hace algunos años fueron publicados en titulares muy notorios: “Aumento del 300% en las manifestaciones de antisemitismo en…” y claramente se habla de aumento de 19 a 59 manifestaciones de odio en contra de los judíos en una de las naciones europeas en un mismo año. Esto es despreciable con relación a las manifestaciones nacionalistas de odio racista entre los árabes y los colonos en Kyriat Arba o en Yitzhar que son nuestro pan de cada día; es un número despreciable en comparación con lo escrito por los judíos ultra ortodoxos acerca de los seculares y viceversa, y sobre todo, con relación a las manifestaciones de resentimiento y racismo entre todos nosotros, aquí.
Ahora, después de que sea dicho lo obvio, nos podemos distanciar a pasajes adicionales.
Así fue siempre; este recuento– sionismo a cambio de antisemitismo – no es nuevo. La mayor parte de la idea sionista se basó en la experiencia de Hertzl a la luz del Caso Dreyfus.
Con el ánimo de solucionar el problema judío y librar a Europa de sus judíos, Hertzl formuló la idea sionista. Ahad Ha’am acometió en su contra: “El antisemitismo engendró a Hertzl, Hertzl engendró la nación de los judíos y al sionismo, el sionismo engendró al Congreso sionista. El antisemitismo es por lo tanto la razón de las razones de este movimiento… ”.
Pero nadie quiso escuchar en ese entonces. Ahad Ha’am se convirtió simplemente en el nombre de otra congestionada calle de Tel Aviv y el antisemitismo se estableció como uno de los factores que promovieron la identidad judía moderna. Muchas veces escuché a los sionistas clandestinamente, que se regocijaban con la Aliá cada vez que subían los niveles de antisemitismo.
Poco antisemitismo en occidente es siempre una prueba satisfactoria de la justicia del camino sionista, ese camino “sionista trágico” en su mejor momento.
En los últimos años esto ha empeorado mucho más. El antisemitismo agotado de occidente se ha convertido en la cúpula de hierro de Israel. Por debajo del tapete antisemita, Israel barre todas las críticas justificadas e injustificadas en contra de este. En realidad, nosotros confundimos una y otra vez las críticas correctas hacia Israel con antisemitismo. Y esto, para evitar a cualquier precio los enfrentamientos y las difíciles decisiones existenciales; la ocupación, las colonizaciones, la injusticia, la discriminación y la persecución de las minorías no judías que están entre nosotros.
Siempre que “ellos” sean antisemitas, nos sentiremos intachables y justificados ante nuestros propios ojos.
Por ahora, esto es suficiente para continuar existiendo en contra del mundo, dentro del paradigma errado y adictivo de que “todo el mundo está en contra de nosotros”. Esta es una mutación que se confirma así misma por muchas generaciones, y no hay incentivos en la realidad que la detengan justo ahora. Es una cuenta corriente histórica moral y emocional que sufre nuestro exceso de retiros y está a punto de acabarse.
No hay otra nación en occidente fuera de Israel, a la cual el mundo esté dispuesto a soportarle sus hechos de violencia estatales durante cinco décadas. No hay otra nación a la que el mundo le permita poseer arsenal nuclear poderoso y sin supervisión fuera de la nuestra. Y no hay otro colonialista más en todo el mundo “fuera de la única democracia del medio oriente.”
Todo esto aún lo soportan, pero no por mucho tiempo porque dentro de poco se terminará.
Dentro de muy poco no habrá escapatoria de las verdaderas preguntas: ¿Podemos ver nuestra existencia sin el odio de los demás hacia nosotros?, ¿En realidad necesitamos del antisemitismo exterior como medio de definición de nuestra identidad interna? Pensemos por un momento en un mundo donde no se odie a los judíos. Una utopía de la paz en el medio oriente, y la fraternidad entre los pueblos en todos los lugares donde viven nuestros hermanos y hermanas. ¿No es razonable? ¡Es razonable! ¿Quién hubiera creído hace cien años en los cambios existenciales que han sucedido ante nuestros ojos? Pocos.
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