En la gran mayoría de los países latinoamericanos la acogida que se les da a los inmigrantes, principalmente a aquellos provenientes de países del primer mundo, es total. Se les trata con mucha calidez, amabilidad, respeto e incluso son preferidos por muchas empresas y organizaciones por encima de los candidatos nacionales para ocupar las vacantes. Si estos extranjeros no dominan bien el idioma local, en la mayoría de los casos los latinos los tratan con paciencia e incluso algunos sienten vergüenza por no saber hablar inglés, francés o alemán para comunicarse con el extranjero en su propio idioma.
Los latinos que vivimos en países de habla no hispana, principalmente en las naciones del “primer mundo”, sabemos que el trato que recibimos por el hecho de no hablar o no dominar la lengua local es por lo general muy diferente al recibido por los extranjeros en Latinoamérica.
Quiero hacer especial referencia a los inmigrantes de habla hispana que, sin conocimiento o dominio del hebreo, llegaron o piensan viajar a Israel con el ánimo de quedarse para hacer vida y formar parte de la sociedad israelí.
Estos inmigrantes que tienen poco o ningún conocimiento del idioma oficial de Israel llegan en la condición de analfabetos. Sí, analfabetos. Tal vez el adjetivo puede llegar a sonar despectivo para aquellos que tienen completo dominio de sus lenguas maternas y además tienen un alto nivel educativo, pero si al momento de escribir, discutir, argumentar, leer un documento, un libro o un periódico en hebreo lo hacemos como un niños de seis años o simplemente no podemos, esto también es considerado como un grado de analfabetismo que es perdonado o tolerado hasta cierto punto en el proceso de adaptación a la sociedad israelí. Sin embargo, con el transcurso de los años, se torna en una limitación o motivo de vergüenza en un país donde el habla hispana es muy popular con propósitos recreativos pero de poca trascendencia a nivel práctico y laboral.
Los estudios de hebreo que provee el estado en un “Ulpán” y que toman entre seis meses y un año son insuficientes para conocer el lenguaje hablado y escrito que un nativo israelí alcanza en sus años de vida como estudiante de escuela. Por esta razón, se requiere de mucha voluntad, iniciativa y constancia para alcanzar un buen nivel de fluidez en el idioma que nos permita expresarnos con claridad y desenvolvernos en la vida como ciudadanos letrados.
Por ejemplo, si usted quiere contratar un servicio de telefonía móvil en Israel y acude sin alguien que lo asesore sobre el idioma, es casi seguro que se aprovecharán de su condición analfabeta para sacarle más dinero por el hecho de desconocer la terminología y los detalles de un contrato que usted no puede leer. Incluso, si antes de hablar con un representante de ventas usted quiere indagar en la red acerca de los planes y servicios de las compañías de telefonía, la información la va a encontrar en hebreo y no en inglés.
La primera vez que compré un teléfono celular en Israel, no contaba con información ni dominio del idioma suficientes y como consecuencia me vendieron un equipo con sobrecosto. Pocos años después quise contratar nuevamente un servicio telefónico, pero esta vez obtuve la información (publicada en hebreo) de los costos y las características de los planes en el sitio web de la compañía y con base en ésta pude negociar y adquirir un mejor servicio a un precio justo.
En cuanto a los servicios médicos, no siempre se puede consultar a un profesional de la salud de habla hispana y es ahí donde el analfabetismo ataca de nuevo. Por una parte, describir los síntomas puede ser difícil y confuso y por otro lado es muy probable no entender las explicaciones del médico. Ni hablar de documentos como los diagnósticos o las órdenes para la práctica de exámenes que parecen totalmente encriptados.
No importa que tan ilustre sea el inmigrante de habla hispana en su lengua natal; después de varios años en Israel se espera que el analfabetismo con respecto al hebreo se haya superado, y si no es así no puede esperar el trato “consentidor” y preferencial que le dan a los extranjeros en Latinoamérica.
Como en otras partes del mundo, en Israel también hay personas al acecho de quienes están aislados por este tipo de analfabetismo y son por lo tanto fáciles de engañar o explotar.
Nunca es tarde
Algunos nuevos inmigrantes piensan que por su edad, el Ulpán no les será de mucha ayuda y prefieren simplemente aprender lo que se pueda en la calle y el trabajo con el paso del tiempo. Aprender a leer y escribir lo básico en el Ulpán no es suficiente, pero es un necesario primer paso de fundamentación para quien pretende superar su propio analfabetismo.
Hace unos meses tuve la oportunidad de conocer a una de las directivas de un centro de enseñanza comunitario para adultos en la ciudad de Haifa. Es una mujer adulta proveniente de Rusia que supera los sesenta años. Por su nivel de hebreo y la naturaleza de su trabajo (también se desempeñaba como profesora de matemáticas) supuse que había llegado a Israel por lo menos hace veinte años, sin embargo le pregunte y me dijo que estaba en el país desde hace siete años. Con asombro le pregunte si había estudiado hebreo en los años anteriores a la Aliá y me respondió: “No conocía ni el alfabeto, tuve que seguir estudiando muy duro después de terminar lo básico del Ulpán. Llegué con 55 años, no fue nada fácil.”
Este caso me sorprendió mucho porque al ser tan numerosos en Israel, los inmigrantes de la ex Unión Soviética de edad adulta, se aíslan en sus comunidades y no estudian hebreo o simplemente caen en la tentación de hablar la mayor parte del tiempo en ruso porque siempre encuentran a alguien que lo habla, algo muy parecido a lo que ocurre con los latinos en Miami que cuyo inglés es escaso o nulo.
A pesar de las limitantes que cada edad trae consigo, el analfabetismo es totalmente superable con una buena dosis de voluntad, constancia y disciplina.
Algunos consejos
- Cree sus propios métodos para enriquecer y mejorar el hebreo dependiendo de sus fortalezas visuales o auditivas. Haga uso de las herramientas que ofrece internet y elabore un plan diario o semanal de estudio dependiendo de la disponibilidad de tiempo.
- Si le gusta ver televisión, aproveche y deje de lado los canales de habla hispana, dedíquele tiempo a los canales en hebreo. Al principio puede resultar frustrante no entender. No se desespere; la constancia le permitirá familiarizarse con los sonidos de las nuevas palabras a medida que va aumentando el vocabulario y las estructuras.
- Dígale a sus amigos israelíes que lo corrijan cuando hable mal, y cuando lo hagan no se sienta avergonzado. De esta manera evitará repetir los mismos errores por años con la excusa de que la gente de todas maneras entiende lo que usted dice.
- Si al recibir un documento, llenar un formulario o hacer un trámite no logra comprender en su totalidad el significado de una frase o palabra en hebreo, no sienta vergüenza a la hora de preguntar. Por lo general siempre hay alguien dispuesto a explicar y cuando usted entiende las palabras dentro de un contexto, éstas se quedan más fácilmente en la memoria.
- Si sus hijos hablan mejor hebreo que usted, parte del tiempo que les dedica aprovéchelo para practicar el idioma con ellos.
- Cree sus propias técnicas de lectura. Por ejemplo, si una noticia o tema de su interés se repite en los periódicos (ya sea impresos o en la red) lea durante la semana o el mes todo lo que se relacione con el asunto para que tenga la oportunidad de entender y ver en su contexto el vocabulario desconocido que se repite.
- Pruébese a usted mismo. Tome un artículo de periódico o un libro, seleccione un texto al azar e intente leerlo y entenderlo. Si la dificultad es muy alta significa que aún no ha alcanzado el nivel de un adulto letrado y debe buscar ampliar más su vocabulario en diferentes temas.