En el 2004, impulsada por motivos sionistas y buscando un cambio de vida, Hadassa Kalderón decidió emprender la aventura de buscar su futuro en Israel a los 26 años, dejando su familia en Venezuela donde se dedicada a varias actividades, principalmente a la enseñanza de danzas folclóricas y modernas.
Hadassa, junto con tres amigas, fueron motivadas por los asesores de la Agencia Judía quienes plantearon un panorama interesante de posibilidades de estudio y vida en Israel, dando a las cuatro jóvenes muchas expectativas.
Con conocimientos muy básicos de la lengua hebrea adquiridos en Venezuela, Hadassa y sus amigas comenzaron su proceso de aliá o inmigración para judíos en la diáspora, llegando al ulpán (escuela de hebreo) y centro de absorción Etzion en Jerusalén, donde jóvenes solteros de diferentes partes del mundo residen durante sus primeros meses en Israel.
Aunque recibieron apoyo y acompañamiento de otros latinos en las etapas iniciales de la aliá, Hadassa recuerda una curiosa experiencia vivida a la semana de su llegada a Israel, por causa del desconocimiento de la realidad en Jerusalén y los miedos infundidos por los medios. Ella y sus amigas tomaron un auto bus en la ciudad y al ver que dos mujeres árabes también lo abordaron, se llenaron de pánico y le pidieron al conductor que se detuviera para ellas bajarse. En ese entonces para Hadassa y sus amigas la presencia de los árabes en Jerusalén era algo desconocido.
Para Hadassa no fue fácil enfrentarse con el aprendizaje del hebreo. Ella reconoce que no se esforzó lo suficiente para adquirir las bases idiomáticas, suponiendo que más adelante, mientras trabajaba, aprendería el idioma. Lamenta no haber aprovechado al máximo los meses de estudio.
Luego de los primeros seis meses en el país, Hadassa y una de sus amigas se enfrentaron con el reto de salir del centro de absorción y buscar un lugar dónde vivir. Junto con otra pareja de venezolanos, ellas alquilaron un departamento en Jerusalén, con la dificultad de no tener muebles ni utensilios para equipar la vivienda. Por fortuna, recibieron la ayuda de una organización para olim jadashim (nuevos inmigrantes) donde vendían todo tipo de muebles y objetos de segunda mano a muy bajo costo.
Cuando llegó el día de abandonar el centro de absorción durante el invierno, Hadassa aún no tenía sus muebles; sin embargo, gracias a la ayuda de una familia argentina que les ofreció su casa y comida durante unos días, ella y su amiga lograron superar la dificultad, hecho que Hadassa recuerda con mucho agrado.
Luego de terminada la ayuda económica otorgada por el Ministerio de Absorción, Hadassa comenzó su búsqueda de trabajo y fue entonces cuando reconoció la necesidad de tener un hebreo más sólido para trabajar como instructora de baile. Ante sus carencias relacionadas con el idioma, Hadassa comenzó realizando trabajos de limpieza en bancos a los cuales llegó por intermedio de la OLEI (Organización Latinoamericana España y Portugal en Israel).
Para Hadassa no fue algo negativo trabajar en labores de limpieza, ya que lo consideraba sólo un comienzo mientras se adaptaba al país y aprendía el idioma. A medida que pasaban los días, las exigencias en el trabajo eran mayores por el mismo pago y el trato se tornó humillante, motivo por el cual Hadassa dejó de lado las oficinas y continúo su trabajo de limpieza en casas de familias latinoamericanas de manera independiente, donde tuvo acogida y se involucró en la vida religiosa judía de los jaredíes o ultraortodoxos.
Luego, Hadassa decidió establecerse en la ciudad de Efrat (Efrata), donde tuvo una vida religiosa muy activa dentro de la comunidad jaredí y de la cual recibió un gran apoyo, incluyendo las facilidades para alquilar un buen apartamento amoblado y compañía durante las fiestas religiosas y la celebración del shabat.
Sin embargo cuando en la comunidad jaredí comenzaron la búsqueda de una pareja para Hadassa, ella consideró que el estilo de vida religioso no llenaba sus expectativas para el futuro en Israel y sentía la necesidad de buscar oportunidades profesionales para salir adelante en el país.
A través de la Agencia Judía, Hadassa se enteró del programa TAKA, un plan de estudios pre académicos financiados donde se fortalece el hebreo, especiales para los jóvenes que buscan ingresar a la universidad o realizar estudios superiores.
Aunque no fue admitida en el programa TAKA de Jerusalén, Hadassa logró su admisión en la ciudad de Ashkelon (Ascalón) donde vivió en el centro de absorción de esa ciudad y luego ingresó a otra institución donde realizó sus estudios en comunicación visual durante tres años, gracias al apoyo de la Agencia Judía.
Luego de obtener el título profesional, la búsqueda de trabajo en el campo del diseño gráfico y los medios impresos no fue nada fácil para Hadassa, ya que le exigían experiencia laboral y en Ashkelon las ofertas de trabajo eran escasas. Esto la impulsó a realizar diferentes trabajos en el campo audiovisual, diseño gráfico y fotografía, algunos de ellos junto a su hermano quien también inmigró a Israel.
Ya que el baile es una de sus pasiones, Hadassa también estudió en otra institución para convertirse en entrenadora física con lo cual obtuvo trabajo en varios gimnasios como instructora de un baile muy popular en Israel, la zumba.
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Hadassa conoció a su esposo en Ashkelon y luego de casarse se trasladaron a Netanya donde ella consiguió en buen trabajo como diseñadora gráfica de páginas en internet, sin embargo por reducción de personal volvió a quedarse sin empleo y fue entonces cuando encontró su actual trabajo a través de su hermano, en el que descubrió sus habilidades en el área de mercadeo y ventas, donde además ha tenido la oportunidad de trabajar en español. Su desempeño fue tan destacado que logró obtener un ascenso y ahora ella es jefe de ventas.
Después de un largo recorrido por diferentes ocupaciones, en la actualidad Hadassa está muy a gusto en su trabajo y planea continuar con sus clases y espectáculos de zumba cuando su hija esté más grande.
“Yo comencé acá en Israel de la nada, pero poco a poco fui encontrando mi camino, nunca me rendí. Hay que luchar siempre.”
Aunque el idioma fue una gran barrera que le impidió estabilizarse laboralmente durante mucho tiempo, actualmente Hadassa vive una vida tranquila junto a su esposo e hija y considera que el apoyo recibido de la comunidad latinoamericana en sus primeros años en Israel la ayudó mucho a superar los retos que enfrentan los nuevos inmigrantes.