Hace algunos días inicie la lectura del libro “El hombre en busca de sentido” cuyo autor fue el reconocido psiquiatra austriaco Viktor Frankl. Por ser judío, Frankl vivió los horrores de los campos de concentración de Theresienstadt, Auschwitz, Kaufering y Türkheim; sus padres y esposa con quien estaba recién casado, murieron en el holocausto nazi.
Frankl no solo logró sobrevivir a todas las torturas y maltratos de un campo de concentración sino que mientras estaba en cautiverio supo hacer un profundo análisis de sus propias reacciones y actitudes así como las de sus compañeros de cautiverio, hecho que se constituyó en el fundamento de la Logoterapia así como de muchos escritos de inmenso valor en el campo de la psicología y psicoterapia.
En “El hombre en busca de sentido”, Frankl relata y analiza algunas de sus experiencias vividas como prisionero en los campos de concentración y a la vez expone los fundamentos básicos de la Logoterapia de la cual fue su creador.
Una tarde, caminando junto con una amiga por el “Paseo Louis” en Haifa, ocurrió algo que me hizo recordar un aparte del relato que hace Frankl en su libro el cual dice textualmente:
“…los cigarrillos se podían cambiar por doce raciones de sopa y esta sopa podía ser un verdadero respiro frente a la inanición durante dos semanas.”
“…cuando veíamos a un camarada fumar sus propios cigarrillos en vez de cambiarlos por alimentos, ya sabíamos que había renunciado a confiar en su fuerza para seguir adelante, y que una vez perdida la voluntad de vivir, rara vez se recobraba.”
Sigue leyendo