Por su invaluable importancia religiosa para judíos, cristianos y musulmanes, Jerusalén es uno de los lugares del mundo que más ha despertado pasiones a lo largo de la historia. Las emociones que genera la capital de Israel son de gran intensidad, tanto que en algunos casos es el detonante de una enfermedad mental conocida como el Síndrome de Jerusalén.
Para algunas personas cuyas creencias religiosas tienen gran importancia y significado para sus vidas, visitar Jerusalén y sus lugares santos es una experiencia conmovedora en la que historias bíblicas de las cuales han escuchado durante muchos años, cobran vida de manera impactante. Estas fuertes emociones causan en algunos casos un desequilibrio mental manifestado con delirios y alucinaciones psicóticas, en los que las personas se creen personajes bíblicos o mensajeros del final de los tiempos.
Cada año funcionarios del Ministerio de Salud israelí reportan alrededor de 50 casos del Síndrome de Jerusalén en los que turistas de diferentes lugares del mundo padecen este extraño fenómeno a veces de manera tan severa, que es necesaria la intervención de la policía y profesionales de la salud mental principalmente en la ciudad antigua.
Los psiquiatras describen el fenómeno como una enfermedad caracterizada por un comportamiento altamente melodramático en público. Por ejemplo, hay quienes utilizan las sábanas del hotel para hacer trajes y togas improvisadas, dan discursos y sermones repentinamente en frente de los lugares santos o caminan lamentándose en medio de las calles.
Aunque parezcan absurdos, han ocurrido casos como el de una mujer irlandesa quien se dirigió a un hospital de Jerusalén asegurando que iba a dar a luz a Jesús, sin siquiera estar embarazada. Un turista canadiense creyendo ser Sansón, intento romper bloques de piedra del Muro de los Lamentos.
El doctor Moshe Kalian, psiquiatra israelí y experto en el tema, comentó para The Telegraph que quienes padecen la enfermedad ven a Jerusalén como el escenario de una actuación dramática que ellos creen es totalmente cierta. Aunque Jerusalén es un lugar sagrado para las tres religiones monoteístas más importantes del mundo, un estudio de 1999 no reportó casos del síndrome entre los musulmanes.
Según Kalian la mayoría de las personas hospitalizadas por causa del síndrome tienen antecedentes de problemas mentales en su país de origen y llegan a Jerusalén asegurando que deben cumplir una misión divina.
El psiquiatra israelí mencionó el caso de un hombre británico que interpretó la nube de cenizas que se posó sobre Europa en 2010, producto de la erupción de un volcán en Islandia, como una señal de que el mundo llegaría a su fin.
Después de que la nube se disipó, el hombre viajó hasta Israel convencido de que una vez entrara a la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén (lugar donde algunos cristianos creen fue crucificado y sepultado Jesús) Satanás lo mataría, hecho que daría inicio al Armagedón.
A su llegada, el hombre se dirigió durante la noche a la iglesia, pero al estar cerrada se enfrentó violentamente con los policías israelíes del lugar armado con cuchillo; los uniformados no tuvieron más alternativa que herirlo para luego desarmarlo y hospitalizarlo.
Algunos casos de la enfermedad, denominados por los expertos como Síndrome de Jerusalén del tipo tres, han causado polémica entre los psiquiatras. Estos se caracterizan porque quienes padecen el desorden no tienen antecedentes de enfermedades mentales pero pierden la cordura ante la abrumante religiosidad de la capital de Israel.
El doctor Moshe Kalian comentó que hay 42 casos registrados del síndrome en el Centro de Salud Mental Kfar Shaul, lugar donde se trata la mayoría de los pacientes, en los cuales las personas llegaron a Jerusalén como turistas completamente normales pero estando allí sufrieron de episodios psicóticos que desaparecieron totalmente cuando regresaron a sus países de origen. Uno de ellos, un abogado sueco de religión protestante, estaba disfrutando de un viaje por el Mediterráneo en compañía de varios amigos y tenía planeado visitar varios países.
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Durante su estancia en Grecia el turista se divirtió normalmente, pero al llegar a Jerusalén, mostró una extraña obsesión con la idea de purificarse, usaba sábanas a manera de vestido y proclamaba constantemente versos bíblicos. Luego de unos días logró recuperarse y continuó su viaje hacia Egipto sin contratiempos. El abogado sueco no volvió a sufrir otro trastorno mental en su país.
Jerusalén es sin duda alguna una ciudad con un entorno religioso, histórico y cultural excepcionales, objeto de locura para algunos y a la vez de fascinación y admiración para otros, sin importar si es israelí o extranjero.
Fuente: The Telegraph