Luchando entre la adaptación y la preservación de la identidad
Esta última entrada sobre la comunidad samaritana es una mirada a la vida en sociedad de esta diminuta etnia que se encuentra inmersa dentro de la mayoría judía y árabe en Israel y Cisjordania.
En la actualidad la comunidad samaritana está en crecimiento, pero aún sigue siendo una minoría dentro de la sociedad israelí que debe enfrentar el reto de adaptarse y a la vez conservar su identidad y tradiciones.
En Naplusa, Cisjordania, los samaritanos viven es contacto permanente con los árabes. Yaron Tsedaka, miembro de la comunidad samaritana comenta al respecto: “tenemos una interacción más fuerte con los árabes del monte Gerizim, más del 99% de los samaritanos saben hablar árabe fluido, aquellos que crecieron y viven en Naplusa tienen por lengua materna el árabe, sin embargo hoy en día tienen más contacto con la sociedad israelí y aprenden hebreo, además una gran parte de ellos trabaja aquí en Israel.”
Yaron manifiesta que no se ha sentido discriminado en el transcurso de su vida y afirma: “Nosotros somos como todos los demás israelíes. Por supuesto tenemos nuestras diferencias religiosas y nuestra manera de preparar los alimentos, pero trabajamos en los mismos lugares que los demás, también nos enrolamos en el ejército. Somos iguales.”
Aunque ante el estado y las leyes israelíes, los samaritanos son merecedores de un trato igualitario y respetuoso, como en todas partes del mundo, en Israel también existen los problemas generados por la intolerancia y diferencia de credos.
Abraham Tsedaka, tío de Yaron comentó sobre el tema: “Los judíos no religiosos respetan nuestra comunidad y nunca tenemos problemas con ellos, además hay un gran número de mujeres judías no religiosas que se han casado con nuestros jóvenes y han aceptado nuestras tradiciones. Sin embargo con los judíos religiosos hemos tenido enfrentamientos, no tenemos buenas relaciones con ellos.”
En el barrio donde viven los samaritanos en la ciudad de Jolón, algunas veces se presentan circunstancias que ponen a prueba la tolerancia entre las diferentes comunidades del sector, Yaron relató algunas situaciones: “Nuestro hijo de 11 años estudia en el colegio del sector en una clase de 40 niños donde 10 son samaritanos. Hace uno o dos meses quisieron hacer un evento para los niños de la clase, un sábado en el parque. Mi esposa, que es miembro del comité del colegio, se molesto mucho e hizo bastante presión ante las directivas para cancelar el evento, pero ya era demasiado tarde para hacerlo. Sin embargo desde entonces no hacen más celebraciones los sábados. Consideran el hecho de que hay muchos niños samaritanos que guardan el Shabat.
Otra situación se presentó debido a que tenemos en el barrio un centro comunitario grande con auditorio, como no hay muchos en la zona, algunos padres no samaritanos vienen a celebrar el cumpleaños de sus hijos en nuestro auditorio con la autorización de nuestro comité.
Un día, a una madre no samaritana que quería celebrar el cumpleaños de su hijo en el sector le hicieron el siguiente comentario: “Cómo se les ocurre celebrar el cumpleaños de su hijo en el auditorio de los samaritanos, ellos son primitivos, hacen mucho ruido…”en fin, alguien enfurecido contra nosotros. Aquella madre de familia, nos defendió diciendo: Eso que usted dice no es cierto, primero que todo si va a las celebraciones en las que se entregan los diplomas en el colegio, hay una mayoría contundente de niños samaritanos que reciben diploma de excelencia, además la directora del colegio dice que nota una diferencia significativa en el comportamiento de los niños samaritanos porque tratan con mucho más respeto a los adultos y maestros que los niños no samaritanos.”
Mujeres judías en la comunidad samaritana
Las mujeres judías que toman la decisión de casarse con un samaritano tiene que enfrentar el juicio y el escrutinio tanto de sus propias familias como de la comunidad a la que van a ingresar. Deben pasar un tiempo de prueba con las mujeres samaritanas y hacerle frente a aquellos que aún no aceptan los matrimonios mixtos.
Libnat, esposa de Yaron proveniente de una familia judía tradicionalista, recuerda las reacciones de su familia: “Fue un período muy difícil en el que intentaron convencerme. Me enviaron a todos mis tíos, me decían que habían muchos más hombres en el mundo. Al final, mi familia entendió que era mi decisión, que era yo quien me casaba y no ellos, fue un proceso largo, se enojaban conmigo, me culpaban, me miraban mal, pero al final nos casamos. Cuando conocieron a Yaron yo no les dije que él era samaritano y tuvo mucha aceptación, pero cuando lo supieron me culparon por no haber sido honesta. Les dije que lo había hecho porque no había pensado en casarme con él, hasta después de un tiempo cuando vi que nuestra relación era seria. Hoy en día, después de todos estos años, ellos nos visitan, se sienten como en su casa y a veces nuestros hijos se quedan con mi familia, es una relación totalmente normal”
Yaron manifiesta la preocupación de muchos miembros de la etnia en cuanto a las nuevas familias que se están formando en la actualidad: “Yo me casé son Libnat después de un proceso natural y sano como cualquier otra pareja. Nos conocimos, nos enamoramos, salimos juntos por cinco años y luego decidimos vivir juntos. Ella no es samaritana pero vive según las tradiciones samaritanas y tenemos una relación sana.
Hay otros casos en los que los hombres no logran encontrar su pareja dentro o fuera de la etnia y deciden buscar e “importar” una mujer extranjera de países como Ucrania. Es algo que también existe en el judaísmo, pero para ellos es menos grave. En nuestro caso, cuando una mujer entra de esa manera en la comunidad y tiene hijos, no es seguro que en el futuro ellos se identifiquen con la etnia samaritana. No sabemos qué piensan verdaderamente las madres de estos niños y como los educarán a puerta cerrada. El miedo existente es que este fenómeno haga que las bases de las próximas generaciones no sean fuertes como las actuales y que no tengan la voluntad de conservar nuestras tradiciones.”
Los jóvenes samaritanos
Mazal Tsedaka de 21 años, sobrina de Yaron, se define como una joven hogareña que se identifica plenamente con su entorno y tradiciones. Noté una gran diferencia entre el pensamiento de los jóvenes latinoamericanos que tienen poco o ningún sentido de pertenencia hacia sus raíces y países de origen y lo manifestado por Mazal cuando le hable de la idea de hacer una vida fuera de su comunidad y su país. Para ella y gran parte de los jóvenes samaritanos, construir una familia en el extranjero o fuera de su entorno es una opción de vida que los alejaría de los fundamentos de su identidad.
El diario vivir y el rol en la sociedad de las mujeres samaritanas es diferente al de los hombres, no solo porque no se enrolan en el ejército sino por la forma como deben enfrentar las relaciones personales en el campo laboral. Mazal comenta al respecto: “Por el hecho de ser mujer, se enteran con más rapidez de que soy samaritana. Un hombre puede estar un periodo muy largo en un trabajo sin que nadie se entere que es samaritano. En el caso de las mujeres, después de una semana ya se han enterado, no solo porque nosotras no vamos al ejército sino también por el hecho de que en algún momento se dan ciertos encuentros por naturaleza… tu sabes entre hombres y mujeres palabras van palabras vienen, sonrisas, miradas…y si me invitan a salir yo tengo que ser clara y decir “No puedo, porque soy samaritana.” Inmediatamente me preguntan “¿Y eso que significa?, ¡explícame!” Hay muchísimas personas en el país que no saben quiénes somos los samaritanos y les toma tiempo comprender que solo me puedo casar con un samaritano, pero al fin de cuentas lo entienden y respetan.”
No pude evitar preguntarle a Mazal si no le resultaba difícil negarse a la posibilidad de buscar y encontrar el amor de su vida fuera de la etnia, a lo que respondió: “Claro que es difícil, pero pertenecer a la comunidad es algo con lo que naces, las costumbres y tradiciones son un aspecto inseparable de nuestra vida y renunciar a ello es como renunciar a una parte inherente de la existencia”
Para aquellas personas cuya fe religiosa no es un factor que regule las directrices de sus vidas o simplemente no pertenecen a ninguna religión, la forma de vida samaritana podría parecer retrograda, poco realista o irracional. Sin embargo quisiera finalizar con algunos interrogantes que me han surgido con frecuencia en el transcurso de mi vida en Israel: ¿qué pasaría si los samaritanos o cualquier otro grupo religioso de tradición milenaria llegaran a la conclusión de que su fe es una invención más del hombre?, ¿Cuál debería ser entonces el fundamento de la identidad o de la filosofía de vida para ellos?, ¿Cuál debe ser el elemento que mantenga unida una comunidad y a la vez no interfiera con las libertades individuales y la autodeterminación?
LA GRAN MAYORÍA DE SAMARITANOS HISTÓRICOS YA NO CONSERVAN LA CULTURA RELIGIOSA ORIGINAL. ETNICAMENTE SE MANTIENEN ENTRE LA POBLACIÓN DE LA REGIÓN PALESTINA DE SAMARIA.
MUCHOS DE ELLOS EMIGRARON A OTRAS PARTES DEL MUNDO, ENTRE ELLAS HACIA SUDAMÉRICA CONFUNDIDOS ENTRE LOS SEFARDIES. UN DISTINTIVO DE SU ANTIGUA TRADICIÓN DE SACERDOCIO VINCULADA A LOS LEVITAS ERA PONER EL NOMBRE DE «MANUEL» O DE «PASCUAL» -REFERENCIA DIRECTA AL TIEMPO DE LA PASCUA A SUS HIJOS VARONES.
MI ABUELO MANUEL PASCUAL RIVERA (1.884-1.945), VENIA DE ESA ANTIGUA Y LEJANA TRADICIÓN.